03 julio, 2015

Amores porrosivos

Cargo con más quemaduras en estos dos dedos 
que con las asperezas por limar de nuestro amor, 
piedras en el corazón y alcohol en el hígado; 
la columna no me sostiene 
y la cabeza no se me levanta.

A qué vienes, qué quieres y quién eres. 

No quiero amores ni creo en "para siempres".
   Quedas avisada.

Todo se acaba, 

el cigarro se consume y para nada 
me sube el ánimo, 
pero sonríe hasta que sangres, hasta que sude. 
   Hasta que te la sude.

Hasta aquí se ha llegado señores, 

ya os dije lo que quisísteis oír, 
ahora me toca hablar a mí con un par de cojones, 
llevo los bolsillos vacíos 
y el alma hecha pedazos 
pero así el fracaso 
no se sorprenderá cuando me llame.
Nada que perder pero estoy conforme, 
aún con una moneda que echar a suerte 
y una noche de empalme, 
aunque esta sea una mierda 
como las anteriores.

Lo digo desde este corazón pequeño, 

desde lo más recóndito de este niño 
con lujuria de abuelo, 
que las lágrimas que resbalan por mi abrigo 
no son mías, 
que parecen gotas de rocío, 
pero duelen más que las propias. 
Ajeno al amor y tan cercano al sufrimiento, 
parecido a un cómic con viñetas pero vacío, 
   en blanco.

Todavía está el hueco del socavón, pero por ahí sólo pasa el viento. 

Duele, saber que cuanto más te acercas más te quemas, 
más te afecta... 
Saberlo duele, pero sólo queda tapar las cicatrices 
del cielo que por unos besos han quedado en el olvido.
Arrabia por dentro aun estando frío 

   por fuera; 
damas y caballeros, por éste y muchos más motivos, 

   son amores porrosivos.

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