28 diciembre, 2015

palmeros del deseo

Somos
un prospecto de circunstancias,
un final, sin acabar eso
de incendiar la nostalgia
por tus mejillas,
derramar el vicio en el edredón,
cambiar de juego en un chasquido
de dedos,
balas perdidas.

El recreo nos reclama pilla-pillas
aunque demos escondite a oscuras.
Luces de neón en el corazón
que iluminan nuestras lenguas vendadas.
Y la poesía del vagón de vuelta
y una cara de pena despedida,
desmedida.

Descanso mi sonrisa con tu reposo
en el escorzo de mi cuerpo.
Reseñas el índice de mi espalda
como un libro escrito a base de zarpas.
Animales en celo y celos
del cielo que te vive
más cerca cada día;
tú sin querer aprender a volar,
yo otorgando alas de segunda mano
a tus fonemas.

Te traigo veintiún poemas
de amor y una canción sosegada
que a partir de hoy tarareas,
el baile nupcial de tus deseos.

Descuelgas mi estantería de trofeos
cuando compites con ellos
por lo que un día buscabas.
Por eso, tus calcetines nos acompañan
a la purga. Nos observan
haciendo del baño un rincón
donde ahogar las despedidas.

Te contemplo toda hecha de ti misma
y eso mismo hace que me vierta
al pecado, haciendo de un habitáculo
como es tu habitación
una razón para sonreír
sin tenerte a mi lado.

Acompasamos los desgastes del pulmón
a nuestra arritmia,
a los bastonazos, que como ciegos
nos abrimos paso entre la ropa.
Tartamudos de voluntad
o palmeros del deseo, turbado,
preguntando el fin de ese trayecto,
directo —contestas— al grano.

Sin embargo,
ni siquiera tu hermano se percata
del crimen imperfecto,
de quien con desaciertos
dio en el clavo de tus sentimientos.

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