19 septiembre, 2015

justos y retuerzos

Cómo cojones llegamos a poner en duda un "estoy seguro". 
Ha desaparecido la confianza que, 
como largos tragos de cerveza,
nos supo amarga su forja. Nos la hemos bebido, 
y haciéndonos los borrachos
en cada esquina pintamos garabatos como castillos.
En el aire.
Sin una muñeca con rumbo y con un calderón sin salida.
Nos cosimos a balazos todas las heridas
disparando pistoletazos a más de cien salidas y elegimos 
un centenar, cauterizando con saliva para dejar cicatrices.  
Nos tragamos nuestras propias mentiras 
hacia un camino que nos condujo solamente a la desdicha, 
a un acantilado escalerizado. 
Porque tirarnos desde arriba y sin arnés no nos convencía.
Sufrimos de impotencia fatigosa con cada paso hacia arriba,
creímos en Dios de entre todos sus milagros.
Pero ninguno, a ninguno nos salvó de la vida. 
Contemplamos océanos turbios, 
maremotos enfurecidos con celos y soberbia,
y algún que otro pecado.
Acecharon las tinieblas en nuestro cuarto el quinto día 
que nos revolcamos en el fango, y como cerdos 
disfrutamos de la pocilga que luego nos hizo 
llevarnos a la cabeza sendas manos sudorosas.
Ahora echamos la vista atrás para no darnos de bruces
contra el péndulo que acompasa los recuerdos;
nos persuade, nos baila, nos seduce.
Aconseja no perder las ganas y ganar algo 
del tiempo perdido.
Y sin embargo anhelado, 
afianzamos el corazón por redimir delitos.
Delitos que, a día de hoy,
nos han varado 
embargados hasta la "conorilla"
del olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario