Que mírame, en lo que os he convertido.
Con tanto cacareo y sin pavoneos,
ninguna cresta.
Aclamando susurros después de muchos gritos y pico,
al menos.
Con nuestras pieles de gallina
se nos veía el plumero
y aquellas patas de gallo
que nos carcomen al mediodía.
A la vez de haber firmado por todos
los barrios que pateábamos a diario,
como piedras en el camino.
Que qué bonito es el humo
cuando hablo zalamerías
de su bailoteo de caderas que,
de veras,
dudo que no sea pecado
con toda esa ironía.
Pues eso de que las estrellas
salen cuando todo está oscuro
es un cuento tan antiguo como cierto,
ya que no encontrarás el cielo
menos encapotado hasta que ella vista de seda.
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