25 abril, 2016

muertonía

Vamos a condenar la rima.
Vamos a convertir al tiempo en secuelas del presente, a tachar alientos y silenciar almas.
Vamos donde vinimos a llevarnos lo que empezamos y hubimos sido con el paso del recuerdo. A salpicar la puta vista arriba y tapar las estrellas.
Vamos a coger por los huevos la valentía y que tire por delante nuestra
si acaso una pizca de esperanza. Sólo nos limitaremos a seguir el trazo.
Y total, eso es lo que hacemos.
Seguir, pero no trazamos.
Dejamos de tejer nuestros sueños y hacemos sastre, madeja y remiendo al clavo que nos aferramos,
hasta esparcir alcohol en las brasas.
Nos sentimos atraídos por el fuego del vicio, que somos capaces de flamear nuestras virtudes,
huyendo, hasta alzar un resquicio en esas cenizas.
O soplamos para contentarnos con un 
ya llegará” cuando el está viniendo nos atemoriza.
Pobres locos que buscan su teoría de cuerdos.
Porque somos lo que el viento deja, y las circunstancias que circuncidan.
Hasta perder algo más que el conocimiento y la voluntad, cimentando el suicidio colectivo y la libertad protegida.
Como si tuviésemos que desconfiar de nosotros mismos, y uno no pudiera morir con gusto.
Curiosidad quebrantada y suplida por advertencia, divina ciencia con carencia ilusionista.
Así que tan sólo nos queda el detrito
de los despojos
de la mierda de vida,
cuando deja de sernos vida.
Cada vez que miramos atrás la nostalgia nos lima los ojos, y las teclas de piano le ponen limonada a las heridas.
A pesar de todo seguimos como apositando por míseros efímeros y degradando al hacer de cirujano de nosotros mismos.
Por eso, vamos a mandar, a tomar por el culo primero, a comernos como el mundo, a creer en cielos cabidos en infiernos, a matar a Dios con las mismas manos que le rogamos.
A bebernos todo a palos, secos.
Pero vamos,
sin esperanza esperando que alguien nos eche. De menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario