03 agosto, 2017

Sentimentario I



No tengo ni la más mínima idea de componer versos

pero aquí me hallo escribiendo en la terraza de una iglesia

y hecho un calendario por dentro.




Tachados más de doscientas hojas

y perdiendo a día de hoy algo más que la familia,

el tiempo, la compañía, la novia.

Sobre todos deslizando versos

por la tinta de este diario de poeta enfermo

que tiene como complejo la soledad de una luna muda

y la tristeza que acarrea el silencio.




Muerdo el anzuelo del bolígrafo interesado,

interesantemente interconectado

al complejo dilema que han otorgado estos textos

ya que pocos serían capaces de descifrar

el motivo de este naufragado intento,

la caída en picado de este ángel desalado

que ha inhalado humos de sentimientos.




Todos negros como el miedo

como el alter ego en manifiesto,

confidencial arrepentimiento entre bastidores,

impulsa pausado el lapicero como teclas de piano

para recoger todos tus pedazos y plasmarlos

en los márgenes del cuaderno en blanco.




Y así es como se olvida,

o mejor dicho se acepta la agonía,

qué ironía... Si uno recoge tempestades

de su jardín de la alegría,

pensando en la tierra prometida fui sembrando

y en este presente el cual me callo

la llama del alma, fuego fatuo,

prende en segundos lo que tardé en aflorar

un par de años.




Las hojas de aquel bosque encantado me sirvieron de refugio,

acostumbrado a la melancolía yo escribía

en cada hoja ojos enjaulados en poesía

posesiones de palabras prometidas

con sus ramas yo anidaría en todas mis vidas

reencarnación like Platón by su sonrisa.




Paseé mis yemas por sus prados

como el percepto cuerpo de mujer perfeccionado.

Sin embargo,

ahora zozobro por la estepa que dejaron sus labios

evitando marchitar los pocos pétalos que le quedaron...




Pero me encuentro perdido entre tanta tonta nada

que no me hallo;

me siento como Dédalo atrapado en su propia trampa,

mirando a la cara al Minotauro.

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